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Los pilotos

 

El diario The Gulf News, editado en Bahrein, publicó el 20 de septiembre una entrevista con un veterano piloto de una línea aérea, Ishaq Kuheji, que puso en duda que pilotos sin una experiencia muy dilatada de vuelo pudieran llevar a cabo los atentados de EE.UU. Según él, es cuestionable que pilotos con relativamente pocas horas de vuelo, realizadas en su mayor parte en aparatos pequeños, pudieran guiar grandes aviones, de unas 200 toneladas de peso, a muy baja altura con la pericia suficiente para estrellarlos contra los blancos. Eso requiere muchos años de experiencia en el manejo de tales aparatos.

 

Rudi Dekkers, propietario de la escuela de vuelo de la localidad de vence (Florida), en la que los dos presuntos terroristas, Mohammed Atta y Maruan al Shehhi, se formaron como pilotos, declaró al diario británico The Independent, “que ambos habían realizado un curso de vuelo de cinco meses, el cual fue llevado a cabo, sobre todo, en avionetas Cessna y Piper Cessna, pero el total de horas que pasaron pilotando un jet de pasajeros fue de 15 ó 20”. Sin comentarios.

 

Según Kuheji existe un escenario alternativo que podría ser más realista. Los sistemas de manejo de vuelo de los cuatro aparatos pudieron ser manipulados y programados en tierra por individuos altamente cualificados para poder ser posteriormente activados en un momento determinado del vuelo. Esto permitiría que los aparatos despegaran, descendieran y volaran a una cierta altura hasta puntos predeterminados que se encuentran en el suelo, y podría impedir también la existencia de comunicaciones con tierra, dejando a los pilotos a merced de los ordenadores del aparato. Esta tecnología es utilizada en los misiles de crucero, los aviones espía y otros aparatos no tripulados. De hecho, en la mismísima CNN, y durante los primeros instantes, expertos en aviación, no dejaban lugar a dudas. Los aviones llevaban a pilotos militares o bien fueron teledirigidos, pero, ¿por quién?

 

El que los supuestos pilotos suicidas, fueran pilotos militares entrenados, no es excesivamente descabellado. Precisamente, la experiencia del atentado en el edificio de Oklahoma, en el cual se señaló también al propio Bin Laden como instigador, nos hace dirigir nuestra mirada al interior de EE.UU. A título de anécdota podemos mencionar que en el coche en que viajaba el autor del atentado de Oklahoma, es estadounidense Timothy McVeigh (ex Boina Verde y combatiente arrepentido de la Guerra del Golfo, recientemente ejecutado), se encontró el libro de William Pierce Los diarios de Turner, manual que inspiró y guió sus actos. Curiosamente, el protagonista del libro, desencantado con el sistema, se suicida lanzándose con un avión contra el Pentágono.

 

World Trade Center

 

No cabe duda, de que el gran número de víctimas civiles inocentes de las torres gemelas sitúa los sucesos del 11-S a la cabeza de los peores y más brutales atentados de la historia. Ahora bien, ¿Cuál es el número exacto de víctimas, o de desaparecidos? Los cálculos iniciales eran sencillos. El World Trade Center, centro mundial del comercio internacional y puente de paso de casi todos los volúmenes financieros mundiales, daba trabajo cada día a unos 53.200 trabajadores. Eso sin contar a los de más bajo nivel, que solían ser inmigrantes sin censar en las nominas oficiales, y que trabajaban temporalmente en cualquiera de las dos torres.

 

Así pues, el 11 de septiembre a las nueve de la mañana, era de esperar que los dos complejos estuvieran a medio rendimiento, con casi todos los empleados en funcionamiento, excepto los de mayor nivel, que podían llegar más tarde, o sencillamente no hacerlo. Es decir, y según los cálculos menos optimistas, en las dos torres debían estar como mínimo unas 20.000 almas. Precisamente ese fue el número barajado tras los dos primeros días del atentado (en las primeras horas se barajó la cifra oficial de 35.000 desaparecidos). Pero con el paso de las semanas la cifra fue menguando. El 27 de septiembre, el ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, aseguraba que la cifra real era de 12.000 personas. El uno de octubre, se rebajaba a 6.500. Hoy en día la cifra definitiva (una vez retirados la mayor parte de los escombros) es de 2.800 fallecidos aproximadamente, de los cuales, 1024 han sido identificados mediante el ADN, y del resto no se espera una identificación positiva, entre otras cosas, porque se supone que pertenecían a los trabajadores de menor nivel, que no tenían una ficha estable, y por lo tanto, se desconocen sus datos personales y familiares.

 

Si tenemos en cuenta el numero minoritario de personas que lograron ponerse a salvo, y el numero de bomberos, policías, y ciudadanos que estando en los alrededores de las torres, perecieron en el momento del derrumbe, es evidente que el 80 o el 85% aproximado de los trabajadores que debían estar en esa hora en sus puestos de trabajo, no estaban. Afortunadamente, sólo el 15 o el 20% de los trabajadores del WTC estaban trabajando en ese fatídico momento. Pero entonces, ¿dónde estaban los demás? En las primeras semanas, pudimos oír todo tipo de excusas, casualidades, avisos providenciales, e incluso sueños premonitorios que advertían del peligro de ir a trabajar ese día al WTC. En resumidas cuentas. Nadie sabe porque aproximadamente unas 17.000 personas faltaron a su puesto de trabajo esa mañana. Algunos de ellos, eran ejecutivos de nivel medio y alto de compañías y aseguradoras financieras que, como veremos posteriormente, se llevaron inmensos beneficios en movimientos bursátiles, tanto horas antes de los atentados, como semanas más tarde cuando EE.UU. inició su guerra contra el terrorismo.

 

En cuanto al supuesto ¿avión? , que se estrelló contra el pentágono, mejor no hacer comentarios. El vídeo que los militares cedieron a la prensa es cuando menos sospechoso. Primero, porque no se ve avión alguno, o traza del mismo. Segundo, porque aún no se han encontrado sillas, fuselajes, o parte alguna de dicho avión. De todas formas, no es del todo cierto, que no se hayan encontrado restos del avión. El día catorce de septiembre, se informó del hallazgo de dos cajas negras entre los restos de los aviones estrellados. En lo que concierne al avión del pentágono se señala que no contenía información, pues ésta había sido borrada, a pesar de que estas cajas aguantan temperaturas superiores a los 1.100 grados. Las primeras informaciones acerca de la segunda caja hablaban de su “perfecto estado de conservación”, pero días después se declara que la información de esta segunda caja ha sido borrada también.

 

La visión de conjunto resulta, pues, absurda y da la sensación de ser un relato rápidamente fabricado por alguien, que no desea que ningún punto de ella sea cuestionado, al igual que sucedió con la historia del atentado del presidente Kennedy. De lo que estamos completamente seguros, es de que jamás se sabrá con total certeza, todo lo que ocurrió el fatídico 11 de septiembre. Esto debe hacer reflexionar, sobre quién está interesado en fabricar esa versión y, sobre todo, ¿quiénes son los verdaderos cerebros de la trama?

 

El olor a podrido del dinero

 

En cierta ocasión los periodistas del Washington Post, Woodward y Bernstein, que desenmascararon el fraude de Nixon en el Watergate, se encontraron ante un callejón sin salida. En esa situación, su principal confidente y guía en la investigación, el famoso garganta profunda, les dijo el camino a seguir: “Ir tras el rastro del dinero... Seguir la pista del dinero”. Y es que suele ser la clave más efectiva para resolver cualquier tipo de misterio o enigma, desde el más rutinario y domestico, hasta el más complejo y sofisticado.

 

 

Para la analista financiera Anne Marie Mergier, si efectivamente existía un pequeño número de personas (al que ella denomina “los iniciados”), que conocían las intenciones de los terroristas, o sabían lo que iba a suceder, pudieron anticipar ciertas repercusiones económicas de ese ataque, y llevar a cabo maniobras especulativas contra las compañías aéreas cuyos aviones fueron desviados, así como contra las empresas con oficinas en las Torres Gemelas del WTC y compañías de seguros. También pudieron anticipar una más que probable baja general de los valores que cotizan en la bolsa. Para lograr su objetivo, les bastó con especular sobre esa baja comprando no sólo acciones, sino puts, es decir, “opciones de venta”. Identificar a los “iniciados” que participaron en esas maniobras no sólo representa algo muy importante en materia de fraude bursátil, sino también permitirá establecer, directa o indirectamente, la identidad de los autores de los atentados y de sus cómplices.

 

El 12 de septiembre se comprobó que seis días antes de los atentados perpetrados en la víspera en Nueva York y Washigton, se habían llevado a cabo maniobras características del delito de “aprovechamiento ilícito de informaciones privilegiadas”.

 

Las autoridades que controlan todos los grandes centros bursátiles, registran las ganancias obtenidas por los “iniciados”, y la Organización Internacional de Comisiones de Valores (IOSCO) coordina todas sus investigaciones. El 15 de octubre, la IOSCO organizó una videoconferencia en la que diversas autoridades nacionales, presentaron sus informes de “etapa” (lo que habían descubierto hasta la fecha). Resulta que las ganancias logradas alcanzarían varios centenares de millones de dólares, lo que constituye el “más importante delito por aprovechamiento ilícito de informaciones privilegiadas jamás cometido”. Hablando en plata, el mayor pelotazo económico de los siglos XX y XXI que se ha realizado hasta el momento por una entidad privada minoritaria.

 

Fue posible establecer que la mayor parte de las transacciones pasaron por el Deutsche Bank y su sucursal estadounidense de inversiones, la empresa Alex Brown, mediante un procedimiento de portage (que asegura el anonimato de quienes realizan las transacciones). Hasta 1998, la sociedad Alex Brown fue dirigida por A. B. Krongard, un personaje bastante singular. Este banquero se convirtió en asesor del director de la CIA y desde el 26 de marzo último es el número tres de esa agencia de inteligencia estadounidense.