En estas fechas, no nos quedemos con lo superfluo, busquemos el color y calor de las entrañables Navidades, intentemos mantener vivo su espíritu entre todos aquellos que quieran, puedan o sepan percibirlo, a pesar de que cada vez asea, en este caótico mundo actual, menos apreciado por muchos.
Tengo muy presente que el espíritu no muere y la Navidad lo es, así que...
De ahí la importancia de no perder esta chispa de luz, que todos tenemos en nuestro corazón y mostrarlo en la medida que sepamos, que nos sea posible.
El océano está compuesto por infinidad de gotas de agua, que lo forman, que coexisten en la calma y en la tempestad y no por ellos le restan nada.
Mucha decepción ante el caos, mucha impotencia también. Sólo tenemos nuestra chispa de luz, de amor interior, en comparación a la lúgubre realidad exterior, que esparciéndola a nuestro alrededor próximo, que es a donde seguro podemos llegar, sigue viva y da vida a quien la quiera recibir. Tal vez estemos aquí sólo para ello, para iluminar dentro de nuestra capacidad a quienes necesitan y ya no digo a los que buscan, esa luz de vida, de ánimo, de amor, de fuerza, tan necesaria para hacer que este mundo llegue a formar parte de la eterna Jerusalén celestial, de forma totalmente consciente, y eso empieza en nuestro entorno más cercano. Sentimos las injusticias, los desencuentros del mundo, y cuántas veces no solucionamos, o incluso no percibimos las de nuestro entorno, las de nuestro propio hogar, nuestro amigos y conocidos.
Recibid todos, un enorme y fraternal abrazo.
Nuria
