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Página 1 de 2 El monasterio medieval
A la caída del Imperio Romano las ciudades se despoblaron y Europa Occidental se hundió en el desorden general y la fragmentación política. La vida monástica, sin embargo, no dejó de extenderse y los monasterios devinieron en activos centros de cultura y producción. Por estar sujetos a la misma regla, los monasterios mantenían fluidas relaciones entre sí, configurando una vasta red. Ésta unificó a Europa, cultural y materialmente, a la vez que ejerció una influencia estabilizadora y fue el motor del progreso de Occidente durante Alta Edad Media. Carlomagno, carente de la red administrativa de los romanos, se valió de los monasterios para gobernar sus dominios. A la vez que conquistaban pueblos por la Fe, los monasterios difundían la agricultura y la industria. Muchas veces se formaban aldeas en torno a ellos. También contribuyeron a la apertura de vías y eran posada para los viajeros.
La vida monacal se expandió a un ritmo vertiginoso. Al final de la edad media había cerca de 40.000 monasterios benedictinos diseminados por toda Europa.
Los monjes hacían voto de obediencia, pobreza y castidad. Su actividad diaria se repartía entre el rezo, los trabajos manuales y la copia de manuscritos. Esta última actividad posibilitó que las obras de los antiguos llegaran a nuestros días.
La diferencias de tamaño e implantación determinó variantes en cuanto al diseño de los cenobios; sin embargo, el hecho de que éstos constituyeran parte de una red, hizo que todos se ajustaran a un mismo esquema organizativo, cuyo origen se halla en Montecassino. Además de la innumerable cantidad de monasterios medievales que subsisten en Europa, ha llegado hasta nuestros días el plano de un monasterio ideal de la época Carolingia. El mismo fue confeccionado por el abad Haito para presentar en una reunión con sus colegas de toda Europa, a realizarse en Reichenau en el año 814. Con ligeras variantes ése sería el esquema que se repetiría en toda Europa occidental.
El monasterio medieval se organiza en torno a un patio central cuadrado que funciona como distribuidor. El mismo está rodeado en sus cuatro costados por una galería abierta llamada claustro. Por estar aislado del mundo exterior, el claustro es un lugar de meditación, corazón del monasterio y símbolo de la interioridad espiritual. Hacia el lado norte se encuentra la iglesia. Hacia el sur, el refectorio (comedor) y la sala capitular, lugar de reunión del Capítulo. Hacia el este, contiguas a la iglesia, las habitaciones de los monjes. Hacia el oeste, la bodega. En el ángulo sudeste, entre la sala capitular y las habitaciones, se ubican las letrinas. En el sudoeste, entre el refectorio y la bodega, se halla la cocina. La disposición de las distintas dependencias del monasterio tiene su razón de ser. La iglesia, que es la construcción más alta, está al norte a fin de no ensombrecer el patio.
Debemos tener en cuenta que en el hemisferio norte los rayos del sol vienen del sur. El bloque de las habitaciones de los monjes se emplaza contiguo a la iglesia a fin de tener un cómodo acceso a la misma para asistir al rezo de maitines, a las cuatro de la mañana. La razón por la cual los aposentos de los monjes se ubican hacia el este del patio es que éstos ingresan al templo por la cabecera, orientada hacia ese punto cardinal, que es símbolo de la resurrección. También la sacristía se halla unida a la cabecera, hacia uno de sus lados. Hacia el otro, algunas veces se encuentra la biblioteca.
Queda así constituido el núcleo central del monasterio. En torno a él se disponen otras dependencias. Estas son: los dormitorios, comedor y cocina para huéspedes; la escuela, la residencia del abad, la residencia del médico, la enfermería, el huerto, el cementerio, la destilería de cerveza, el granero, el molino, la panadería, la prensa, dormitorios para trabajadores de la granja y los establos para ovejas, caballos, ocas, cerdos y vacas.
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