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Página 1 de 2 El castillo medieval
Los castillos eran el centro administrativo y morada del señor feudal. Sólo podían edificarlos aquellos señores a quienes el rey hubiera dado permiso de castillar. La construcción era muy onerosa y demoraba muchos años. Algunos relatos hablan de hasta mil quinientos obreros trabajando en la edificación de un castillo.
Los castillos eran fortificados para poder resistir los embates de los moros, vikingos y magiares o de otros señores. Se emplazaban en lugares estratégicos para la defensa, generalmente, tierras altas. Se buscaba la proximidad de los cursos de agua, tanto para el abastecimiento como para su utilización como defensa natural. Normalmente, la planta de los castillos era irregular. Algunas ciudades preexistentes eran defendidas por un castillo; otras se formaban en torno a él.
Tanto griegos como romanos y bizantinos edificaron castillos fuertes. Sin embargo, sus análogos medievales tuvieron su propia génesis. El castillo primitivo, que data de la época de Carlomagno, constaba de un montículo de tierra sobre el cual se edificaba la casa del señor local, una modesta torre de troncos. El montículo estaba unido a otro más bajo, llamado recinto, en el cual se agrupaban algunas casas, el granero y los almacenes, también construidos con madera. Todo el conjunto se rodeaba con una empalizada, la cual, a su vez, solía cercarse mediante un foso.
Hacia el año 1000, la torre empezó a construirse de piedra, transformándose así en el donjon o torre del homenaje. Posteriormente, la empalizada se convirtió en una pétrea muralla. Así quedó definido el castillo amurallado típico del S. XII.
La parte fundamental del castillo es la torre del homenaje. Su nombre se debe a que dentro de sus paredes se llevaba a cabo la ceremonia homónima en la cual el vasallo se ponía al servicio del señor a cambio del beneficio. Esta torre era el núcleo fortificado del castillo. Era una unidad autónoma; si las murallas caían, los defensores podían continuar la defensa desde allí. La torre tenía varios niveles. Por lo general, el inferior estaba destinado a las mazmorras, el primer piso a los almacenes, el segundo a la guardia, el tercero a la residencia del señor y el cuarto a los criados. El acceso se encontraba en un nivel alto y se llegaba hasta él mediante una escalera o una rampa levadizas. Es frecuente encontrar torres con capilla, sin embargo, en los castillos más importantes y modernos, ésta se construía separada y también se fortificaba.
Frente a la torre se hallaba el patio de armas. Allí, se realizaban formaciones y se estacionaban los carruajes. Este espacio abierto solía estar flanqueado por los almacenes, la guarnición, la capilla y los establos.
Todo el conjunto se hallaba cercado por murallas cuyo grosor variaba entre 1,8m y 4,5m. Algunos castillos tenían dos y hasta tres murallas concéntricas, aunque lo más común era que tuvieran una sola. Los extremos de éstas se reforzaban con torres que facilitaban el fuego cruzado. Éstas disponían de troneras y saeteras, ambas son tipos diferentes de aberturas pequeñas para arrojar proyectiles. En un principio las torres eran cuadradas. A partir del S. XII comenzaron a hacerse cilíndricas para evitar los ángulos muertos de visión y debido a que, en las cuadradas, los cantos eran vulnerables. Cuando las murallas eran demasiado extensas se disponían torres intermedias. La distancia entre las mismas estaba dada por el alcance de un tiro de ballesta.
Las torres estaban comunicadas entre sí por un camino de ronda que corría por la parte superior de las murallas. Éste se hallaba protegido por almenas: altibajos del muro que permitían a los defensores disparar parados y guarecerse de las flechas enemigas.
Generalmente los castillos presentaban matacanes en las partes altas de torres y murallas. Éstos son franjas salientes del muro sostenidas por ménsulas. Entre cada una de estas últimas había pequeñas ventanas por donde se arrojaban proyectiles, los cuales rebotaban en las partes bajas de las murallas -dispuestas en talud- para caer sobre los atacantes.
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