Orden del Temple
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En momentos en que la comunidad cristiana de occidente se reforzaba con la colosal empresa llevada a cabo mediante el trabajo de los cisterciences, en oriente ocurría algo similar con otra orden de carácter religioso-temporal; nos estamos refiriendo con ello a la Orden del Temple.


El origen de la citada Orden está íntimamente ligado a la persona de su inspirador y fundador, un noble caballero llamado Hugo de Payns, que destacaba en el segundo rango de la nobleza feudal francesa, dotado de un valioso señorío al servicio de los duques y condes de ésa otra primera nobleza casi soberana, cual era la de Champagne.


Este Hugo de Payns, era señor de Montigny-Lagesse, gozando asimismo de estimables posesiones en la comarca de Tonnerre, en Champagne, lindera a la Borgoña, condados los cuales fueron cuna de la primera expansión del Cister como flamante orden monacal. Se cree que los Payns pertenecían a una rama segundona derivada de los condes de Troyes y emparentada por matrimonio con los Montbard, la familia de la madre de Bernardo de Claraval.


Alrededor del año 1100, al año siguiente al de la conquista de Jerusalén, el nombrado de Payns se hallaba integrado al séquito caballeresco de otro Hugo, conde de Champagne, al que todo parece señalar que acompañó en 1104 a su peregrinación a Tierra Santa.


Será este mismo conde Hugo I de Champagne quien generosamente en julio de 1114, donará al Cister “el lugar de Claraval, con todas sus pertenencias: campos, prados, viñas, bosques y aguas”, donde se instalará el monasterio que tendrá por primer abad al joven Bernardo.


Tanto la Orden del Cister como la del Temple, coinciden en sus orígenes impregnados de una misma ambientación de Cruzada, como así también en hombres de una idéntica área geográfica dedicados al servicio divino, sin dejar de mencionar los vínculos familiares que unían a las familias de San Bernardo y Hugo de Payns.


Tenemos entonces que el primer contacto de Bernardo con el Temple está dado a través del conde Hugo I de Champagne, a quien para mas datos en el año 1125, dirige una carta felicitándole por haber profesado en la recientemente creada Orden del Temple, y, abreviando, haberse convertido en un pobre soldado raso al efecto, todo a través de sus votos de pobreza, obediencia y castidad, votos por los cuales asimismo el conde se desligara de sus posesiones y repudiara su matrimonio.


Pasa el tiempo y en la medida que Bernardo de Claraval se hace conocer por su tesón inquebrantable y su inflamado verbo, los primeros nueve milites Christi optan por defender los Lugares Sagrados dentro de un marco de genuino desinterés material y profunda fe religiosa. Son los soldados de Cristo y como tales deben actuar. Bernardo decide apoyarlos y se lanza a predicar la segunda cruzada que lo conduciría por toda Francia y Alemania.